LA GUERRA CIVIL EN ARAGÓN
La Guerra Civil española (1936-1939) se inició el 18 de julio de 1936 cuando diferentes unidades militares del Ejército español se sublevaron contra el gobierno legítimo de la República. En cambio y al no tener el golpe militar el éxito esperado, se inició un conflicto que asoló España durante casi tres años.
Así pues y después de la confusión de los primeros momentos, el territorio peninsular quedó dividido en dos bandos: la zona sublevada o rebelde (autodenominada nacional), donde triunfó el alzamiento; y la zona gubernamental o republicana, o lo que es lo mismo, los territorios que siguieron siendo fieles al gobierno de la República.
Por su parte, Aragón tuvo un papel muy importante durante todo el desarrollo de la guerra. Desde el inicio del conflicto, el territorio aragonés quedó dividido entre ambos bandos, quedando en disputa durante buena parte de la guerra. Las tres capitales de provincia (Huesca, Zaragoza y Teruel) quedaron en manos de los sublevados mientras que 3/5 partes del territorio aragonés quedó en manos republicanas. En territorio aragonés se llevaron a cabo numerosas operaciones militares y grandes batallas como por ejemplo las famosas batallas de Belchite y Teruel, así como muchas otras menos conocidas, hasta que en marzo de 1938 el bando sublevado realizó una gran ofensiva que le llevó a ocupar prácticamente todo Aragón.
En cuanto a Fonz, la localidad quedó desde el primer momento en manos republicanas gracias sobre todo a que la guarnición militar existente en Barbastro, el Batallón de Montaña Ciudad Rodrigo nº4, se mantuvo leal al gobierno legítimo. Igualmente y a pesar de estar en retaguardia, Fonz contó con algunas posiciones defensivas que formaban parte de lo que se conoció como Línea fortificada del Cinca. EL orígen de la citada fortificación de la Línea del Cinca hay que buscarlo en el gobierno de la Generalitat de Cataluña. De hecho, precisamente en Cataluña, que se mantuvo fiel a la causa republicana, rápidamente surgió la idea de conquistar Zaragoza, una ciudad con una importante presencia obrera y que por su situación estratégica, tenía que servir para enlazar con el Norte peninsular así como con Madrid, territorios donde tampoco había triunfado la sublevación. Con este objetivo, y tan solo tres días después de iniciarse el conflicto, el 21 de julio; el mismo presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys, creaba el Comité Central de Milicias Antifascistas. Desde este organismo se empezó a organizar las diferentes Columnas de Milicias compuestas por voluntarios de diversa índole, donde destacaban sobre todo trabajadores y estudiantes, para tratar de conquistar para la República aquellos territorios donde si que había triunfado la sublevación militar. De este modo, a finales de julio salieron las primeras columnas en dirección a Aragón, donde se estableció un frente que dividió la región en los dos bandos enfrentados. De las columnas que se dirigieron hacia Huesca y que en su marcha pasaron por Monzón, se encontraron de diversa índole, organizadas por diferentes partidos políticos o agrupaciones sindicales. Una de estas fue la Columna Ascaso de la CNT, que salió de Barcelona el día 25 de julio mandada por los anarquistas Gregorio Jover, Domingo Ascaso y Cristobal Aldabaldetrecu, asesorados por el capitán Eduardo Medrano. La columna después de avanzar por Lleida, Monzón y Barbastro se dirigió hacia Huesca con la intención de atacar la capital junto a los soldados del coronel Villalba. Por su parte el POUM formó su propia columna, llamada Columna Lenin, que salió de Barcelona el día 24 de julio con unos 2.000 hombres mandados por Josep Rovira y Jordi Arquer y desde Monzón se dirigió a la zona sur de Huesca, atrincherándose entre la sierra de Alcubierre y Tardienta.
Otra de las columnas importantes que también estaban por la provincia de Huesca fue la columna comunista Carlos Marx de José del Barrio y Manuel Trueba, con el asesoramiento del comandante Enrique Secanell. Salió de Barcelona el día 26 de julio con 2.000 hombres, en su mayoría del PSUC y la UGT, además de algunos extranjeros, sobre todo alemanes, que se encontraban en Barcelona con motivo de la Olimpiada Popular. Desde Lleida fueron transportados en trenes hasta Barbastro, pues su objetivo era Huesca y alcanzaron Tardienta tras ocupar Sariñena y Grañén donde fueron bombardeados por la aviación rebelde.
Precisamente, el avance de las columnas se vio frenado a las puertas de Huesca así como en diferentes zonas de Aragón como fueron Almudévar, Leciñena, Quinto, Belchite o Teruel, delimitándose así un frente de más de 600 km desde la frontera pirenaica hasta el sur de la provincia de Teruel y que apenas tuvo variación durante muchos meses de guerra.
El paso de las columnas de milicianos por las poblaciones no fue ni mucho menos del todo pacífico. En Monzón la Columna Ascaso procedente de Lleida entró en la población destruyendo parte del patrimonio religioso existente y represaliando a población local, de la misma manera que hicieron en diferentes pueblos y localidades con gente de derechas o religiosos. Asimismo, los milicianos, anarquistas principalmente, se hicieron con el control de los pueblos, instalando puestos de control en lugares y carreteras en medio de una confusión absoluta que dio lugar a asesinatos incluso de izquierdas y sustituyendo a los ayuntamientos por comités de defensa surgidos por el vacío de poder desarrollado por la sublevación. Estos comités, integrados fundamentalmente por anarquistas como fue el caso de Fraga, Monzón o Graus, gozaban de una gran autonomía aunque se encontraban sometidos al poder de las milicias que intervenían en la política y la justicia de la retaguardia.
Con la estabilización de los frentes, la comarca del Cinca Medio situada entre la retaguardia catalana y el frente oscense pasó a ser un enclave estratégico cuya importancia industrial y agrícola se demostró vital durante la Guerra Civil para el abastecimiento tanto de la población civil como de las fuerzas republicanas. En localidades como Sariñena, Boltaña, Monzón o Barbastro, toda la actividad bélica dio lugar a una gran organización, ya que estas poblaciones desempeñaron el papel de centros de mando y logísticos, organizando hospitales de sangre, cuarteles, órganos de dirección, suministro de munición y combustible. Durante todo este periodo, las mencionadas poblaciones y otras muchas más pequeñas, como fue el caso de Fonz, vivieron enteramente orientadas al Ejército, que utilizó todo tipo de locales, instalaciones, vehículos, e incluso los domicilios particulares para su disposición. Relacionado con esto último, uno de los principales problemas que tuvieron que soportar estas poblaciones, a camino entre el frente y la retaguardia fue el problema del alojamiento de tropas. De hecho, era muy frecuente que los milicianos con permiso fueran conducidos en camiones desde el frente a Sariñena, Barbastro o Monzón, ya que estas poblaciones disponían de ferrocarril, que era utilizado para desplazarse hacia Barcelona. Sin embargo, mientras los milicianos esperaban su marcha a tierras catalanas se habilitaron grandes edificios para alojarlos, llegando incluso a hospedarlos en domicilios particulares, ocasionando más de un inconveniente a la población local.
LAS PRINCIPALES OPERACIONES MILITARES EN ARAGÓN
En cuanto al desarrollo de la guerra, en general y hasta el verano de 1937, el bando rebelde llevó la iniciativa de la guerra, consiguiendo territorios republicanos gracias sobre todo a la inestimable ayuda italiana y alemana en cuanto a armamento se refiere. De hecho, ya a finales de 1936 las fuerzas sublevadas habían estado a punto de entrar en Madrid, aunque habían sido repelidas por las fuerzas de defensa republicanas mandadas por el general Miaja.
Por lo que respecta a las fuerzas rebeldes que se encontraban en el extenso frente de Aragón, desde el 21 de agosto de 1936 estaban bajo el mando del general Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, contando con el asesoramiento del coronel Darío Gazapo como Jefe de Estado Mayor. Según el general Emilio Mola, verdadero cerebro de la sublevación, durante los primeros días de conflicto ya le dejó claro al general Ponte que con las fuerzas que tuviera tenía que resistir los ataques procedentes desde Cataluña sin esperar ningún tipo de ayuda ya que la toma de San Sebastián o Madrid tenían prioridad para los intereses del bando sublevado. Addemás, y por si esto no fuera ya complejo para Ponte, el propio general Mola le pidió en octubre del mismo año que a pesar de que su principal misión era resistir, también debía exhibir una actitud ofensiva. Así por ejemplo, le pedía que tenía que tener en tensión a las fuerzas republicanas con acciones ofensivas además de mejorar sus posiciones. Por su parte, el general Ponte y ante la imposibilidad de cubrir todo el frente al no disponer de tropas suficientes, organizó una defensa estableciendo posiciones fuertes en los puntos clave, puestos de vigilancia y protección de las vías de comunicación; además de una reserva móvil capaz de acudir con rapidez allí donde fuera necesario. Los republicanos por su parte calificaron esta estrategia como muy efectiva ya que con un número de fuerzas inferiores a las propias, las mantenían en jaque.
A medida que avanzó la guerra las fuerzas rebeldes se fueron reorganizando y reforzando, y en abril de 1937 las Divisiones Orgánicas se transformaron en Cuerpos de Ejército. De este modo, la 5ª División, defensora del frente aragonés, pasó a ser el V Cuerpo dentro del Ejército del Norte con cuartel geneal en Zaragoza y al mando del general Ponte. Este V Cuerpo de Ejército se estructuró en tres divisiones y dos brigadas independientes, denominándose las primeras como Divisiones 51, 52 y 53 o de Soria; siendo las segundas la Brigada Mixta de Posición y Etapas y la Brigada Móvil.
Con todo esto, las fuerzas con las que contaba el general Ponte llegaban hasta los 67.000 hombres en julio de 1937 pero aun así no era suficiente para cubrir todo el frente aragonés.
Por otro lado, la tranquilidad en el frente de Aragón después de los combates iniciales provocó la estabilización del frente y la construcción de líneas fortificadas.
LA OFENSIVA DE ARAGÓN (Agosto-Septiembre 1937)
En la primavera de 1937, el ejército rebelde inició una gran ofensiva en el norte peninsular controlado por los republicanos, siendo totalmente desfavorable para el bando gubernamental. Para aliviar este nuevo frente y después de la caída de Bilbao en el mes de junio, el gobierno republicano, presidido por Juan Negrín e Indalecio Prieto como ministro de Defensa, decidió lanzar una serie de operaciones de distracción en otros frentes con el objetivo de frenar el avance de las tropas rebeldes. De este modo, el ejército republicano inició en julio una ofensiva en Brunete, cerca de Madrid, consiguiendo momentáneamente distraer refuerzos para los sublevados destinados al frente del norte aunque finalmente la ofensiva acabó en derrota para el bando gubernamental. Poco después y con la amenaza militar de los sublevados sobre Santander, el gobierno republicano decidió lanzar una nueva ofensiva, en este caso en Aragón, con el doble objetivo de distraer fuerzas rebeldes del norte y tomar Zaragoza, un viejo objetivo republicano de inicios del conflicto.
Según el plan republicano, éste consistía en que el Ejército del Este, comandado por el general Pozas con el coronel Antonio Cordón como jefe de Estado Mayor, realizara una operación de gran envergadura con el objetivo de rodear y capturar Zaragoza, al mismo tiempo que efectuara otras operaciones secundarias en todo el Frente de Aragón.
El objetivo principal era ocupar la ciudad de Zaragoza con un rápido avance de las tropas republicanas, sin preocuparse en los diferentes núcleos de resistencia de tropas rebeldes que pudieran dejar en su avance, ya que se buscaba un golpe de mano rápido, ocupándose posteriormente de tales núcleos de resistencia una vez tomada la capital aragonesa. El general Pozas establecío su puesto de mando en Bujaraloz y dividió sus fuerzas en cuatro agrupaciones, un total de aproximadamente 100.000 hombres, respaldados por unos 100 aviones y unos 200 carros de combate.
En cuanto a las fuerzas rebeldes y por tanto defensoras del terreno, se encontraban las fuerzas del general Urrutia en el Frente de Huesca, las del general Muñoz Castellanos en la zona de Teruel y sobretodo las del general Ponte en el sector de Zaragoza. Ésta última estaba formada especialmente por el 5º Cuerpo de Ejército, compuesto por las divisiones 51ª y 52ª, además de contar con tres brigadas móviles y una quincena de aviones, haciendo un total de poco más de 40.000 hombres.
La ofensiva republicana comenzó la madrugada del día 24 con ataques en ocho puntos diferentes a lo largo de un frente de 100 km entre las zonas de Tardienta-Zuera al norte y Villanueva de Huerva al sur, aunque sin preparación artillera ni aérea ya que se buscaba realizar un golpe de mano rápido. Las primeras poblaciones que cayeron en poder republicano fueron Codo y Quinto, no sin antes una feroz resistencia, y poco después la localidad de Mediana. En cambio no tuvieron la misma suerte otras fuerzas republicanas, que a pesar de avanzar en un primer momento y llegar a cruzar el río Gállego, no lograron conquistar la localidad de Zuera, deteniendo en sus inmediaciones el avance. Las tropas rebeldes que guarnecían el frente resistieron y sorprendieron a lo mejor de las fuerzas con las que contaba el Ejército Popular de la República, frenando de esta manera el avance rápido previsto para tomar Zaragoza.
A pesar de que el día 27 de agosto Santander cayó en manos nacionales y por lo tanto hacía fracasar en parte la rápida ofensiva prevista sobre Zaragoza para aliviar el Frente Norte, la operación continuó, haciéndose más violenta y dura, sobre todo con el inicio de la llamada Batalla de Belchite. De hecho, el 1 de septiembre el avance republicano se paralizó en todo el frente de Aragón, coincidiendo con la llegada de refuerzos a los sublevados, estancándose la operación en el pequeño pueblo de Belchite. En esta localidad resistieron las tropas rebeldes al duro asedio republicano al que fue sometido y tras duros combates, librados en el mismo pueblo y casa por casa, el 6 de septiembre los republicanos tomaron la ciudad.
Por su parte, el alto mando franquista envió como refuerzo a las divisiones 13ª de Barrón y 105ª de Sáenz de Buruaga procedentes del Frente del Centro para contener los últimos ataques de la ofensiva republicana y realizar los posteriores contraataques para recuperar terreno. Barrón lo consiguió en la zona norte del Ebro ya que rompió el cerco sobre Zuera y reconquistó todos los territorios que habían sido ocupados temporalmente por los republicanos. En cambio no tuvo la misma suerte Sáenz de Buruaga, que trató de auxiliar a Belchite en su asedio, impidiéndoselo las tropas de Enrique Líster y los internacionales de Walter.
Finalmente, el frente quedó estabilizado y las operaciones finalizadas, no cumpliendo los objetivos previstos y a pesar de que los republicanos ganaron una cierta extensión de territorio, el sacrificio de tropas y material fue muy grande.
La estabilidad en el frente de Aragón se reanudó después de esta operación republicana, comenzando por su parte los sublevados a prepararse para una ofensiva en tierras aragonesas después de conquistar todo el norte peninsular. Entre los preparativos por ejemplo se tuvo en consideración la oportunidad de bombardear o no los puentes del río Cinca como posibles bombardeos estratégicos. Así de esta manera, un informe del Servicio de Información de noviembre de 1937 decía que la destrucción de los puentes del Cinca representaba la separación del frente de Aragón de la retaguardia, haciendo muy difícil el avituallamiento del mismo, y deshacía los proyectos militares de los republicanos basados en la llamada Línea del Cinca. En cambio, los estrategas rebeldes desestimaron esta opción al llegar a la conclusión que la idea era desmoralizar la retaguardia republicana con bombardeos selectivos sobre las ciudades y nudos de comunicación más importantes, pero no sobre los puentes, ya que así se facilitaba su retirada.
LA BATALLA DE ARAGÓN (Marzo 1938)
La posterior Batalla de Teruel tuvo lugar en el invierno de 1937-1938 en unas condiciones climatológicas extremas alrededor de la ciudad de Teruel y que llevó a que el Ejército Republicano conquistara su primera y única capital de província durante todo el conflicto. Sin embargo la contraofensiva rebelde retomó la ciudad para el bando sublevado a inicios de 1938, haciéndole inflingir seriemanente una pérdida de efectivos y desgaste al Ejército Republicano considerable.
Ante esta situación y tan solo tres semanas después de finalizarse la Batalla de Teruel, el 9 de marzo de 1938 el bando sublevado inició lo que se conoció como Batalla de Aragón, es decir, una importante campaña militar que le llevó en tan solo un mes a llegar al Mediterráneo. De esta manera los rebeldes dividieron el territorio republicano en dos, aislando Cataluña del resto del territorio republicano y finalizando así prácticamente de esta manera la guerra en tierras aragonesas.
La amplia y ambiciosa maniobra se desarrolló al norte y sur del Ebro, desde el Pirineo hasta la sierra de San Just, al sur de Montalbán, en la comarca de las Cuencas Mineras. Para una operación de tal envergadura fueron puestos en manos del general Dávila 6 Cuerpos de Ejército, unos 200.000 efectivos que contaban además con un potente apoyo de fuegos de Artillería y Aviación.
Las dimensiones de la operación obligaron a dividirla en tres etapas:
- 1ª fase: La que comprendía el inicio de la acción en sí hasta la llegada de las tropas rebeldes a la línea del río Guadalope y la conquista de la línea Caspe-Alcañiz-Alcorisa-Montalbán.
- 2ª fase. La ruptura de la línea del norte del Ebro hasta su llegada a tierras catalanas solapándose con la tercera fase.
- 3ª fase. La continuación de la ofensiva al sur del Ebro hasta su llegada a tierras valencianas, dividiéndose en dos partes: la de la conquista total del Bajo Aragón y la zona más cercana del Maestrazgo, y la conquista del resto del Maestrazgo.
Inicialmente se debía actuar al sur del Ebro; alcanzar el río Guadalope y establecer cabezas de puente en Caspe, Alcañíz y Alcorisa. En la segunda etapa, la ofensiva se trasladaba al norte del Ebro; avanzando hasta el Cinca y el Segre, donde se situaban nuevas cabezas de puente en Balaguer y Serós. La tercera y última fase alcanzaba el Bajo Ebro, desde la unión con el Segre hasta su desembocadura en el Mediterráneo.
La ofensiva comenzó el 9 de marzo cuando tres Cuerpos de Ejército atacaron las líneas republicanas en una franja comprendida entre el río Ebro y la población de Vivel del Río (Teruel), llegando a romper en poco tiempo el frente en varios puntos. El 9 de marzo y por la derecha del Ebro avanzaron, de norte a sur, el Cuerpo de Ejército Marroquí del general Yagüe, con 4 Divisiones; el italiano Corpo di Truppe Volontarie (CTV) de 3 Divisiones del general Berti; y el Cuerpo de Galícia del general Aranda, con otras 5 Divisiones. Entre los dos primeros actuó además un Destacamento de Enlace mandado por el general García Valiño, con la 1ª División de Navarra y otra de Caballería y hasta la, la 105 División, que actuó en tareas de reducción de núcleos rebasados.
Las tropas republicanas de primera línea, con escasa experiencia y armamento, no pudieron ofrecer mucha resistencia y cedieron terreno rápidamente. De esta manera por ejemplo, el día 10 las tropas rebeldes del general Solchaga entraron en Belchite y tan solo una semana más tarde, el ejército sublevado tomaba Alcañiz y Caspe, a 110 km de su punto de partida y con las tropas republicanas ya en plena desbandada.
Después de esta primera ofensiva, las tropas rebeldes se detuvieron junto a los ríos Ebro y Guadalope para reorganizarse y preparar la segunda fase de la operación. Así por ejemplo, el Cuerpo de Ejército de Navarra al mando del general Solchaga, actuó en el sector Ayerbe-Jaca, debiendo romper el frente entre Jaca y Puigbolea y liberar a Huesca de su cerco, para continuar su avance hacia Barbastro-Monzón. Por parte republicana, el general Vicente Rojo instaló su puesto de mando en el chalet de dirección de la Azucarera de Monzón.
Las operaciones se reanudaron el día 22 de marzo en la zona norte del frente contra las líneas republicanas situadas entre Zaragoza y Huesca, quedando en manos rebeldes un sinfín de fortificaciones republicanas en un solo día y levantando el sitio sobre Huesca definitivamente; mientras que al día siguiente el general Yagüe cruzó el Ebro por las inmediaciones de Quinto y conquistó Pina de Ebro. Las tropas del bando sublevado avanzaron rápidamente: por el norte lo hizo el Cuerpo de Ejército de Navarra, constituído por cuatro divisiones: la 3, 61, 62 y 63, desplazándose desde Huesca hasta Monzón. De hecho, el día 29 de marzo las tropas rebeldes consiguieron llegar al río Cinca cruzándolo por tres puntos: El Grado, Santa Lecina y Belber, sin encontrar apenas resistencia, ni tan siquiera en la famosa línea defensiva del Cinca. En las fortificaciones de Castejón del Puente los republicanos intentaron resistir pero las tropas rebeldes las rebasaron y atacaron de flanco, por lo que los republicanos tuvieron que retirarse precipitadamente, muriendo algunos de ellos ahogados en el Cinca. Ese mismo día las tropas de Moscardó se unieron a las de Solchaga en Monzón, donde el famoso campo atrincherado no ofreció la verdadera resistencia que se esperaba, ya que las baterías rebeldes emplazadas entre Selgua y Conchel protegieron el avance de la Infantería, haciendo inútil todo intento de resistencia. Igualmente también el mismo día y como maniobra extrema, los republicanos abrieron las compuertas del pantano de Barasona en el río Esera para frenar el avance de los sublevados. Las vanguardias de las tropas rebeldes que ya habían cruzado el río Cinca quedaron separadas aunque los republicanos no supieron aprovechar la crecida del río que duró hasta el día 1 de abril para contraatacar. Una vez que la crecida del río paró, los sublevados instalaron pontones entre Alcolea y Albalate de Cinca, provocando que el Ejército republicano se retirara precipitadamente.
El avance de las tropas rebeldes fue imparable, tanto que el día 3 de abril conquistaron la ciudad de Lleida, ya en tierras catalanas, deteniendo su avance en el río Segre y estableciendo algunas cabezas de puente en Serós, Lleida y Balaguer.
Finalmente, la ofensiva de Aragón finalizó a mediados de abril cuando el día 15 las tropas de la IV División de Navarra del general Camilo Alonso Vega entraron en Vinarós, en la costa mediterránea, dividiendo así de esta manera en dos la zona republicana.
Por su parte, la ocupación por parte rebelde de Barbastro y Monzón tuvo gran repercusión en Aragón debido sobretodo a que la propaganda de ambos bandos habían transformado las defensas de estas poblaciones en inexpugnables. Como se vio durante el conflicto, carecía de efectividad la supuesta protección de Barbastro, el artillado del Monasterio del Pueyo, el castillo de Monzón o la misma Línea del Cinca.
El día 1 de abril de 1938, salió publicado en el Heraldo de Aragón un artículo en el que se informaba del avance hacia Monzón, titulado Camino de Monzón. En dicho artículo se detallaba la entrada en Monzón de la siguiente manera: «Aparece al fin Monzón. Primero se divisa el castillo en lo alto de una loma; no parece muy castigado y se perciben las últimas restauraciones. En torno a la loma se despeña el caserío en forma de semicírculo; las ventanas hacen el efecto de aspilleras, con lo que toman un aspecto marcial de población fortificada (…) Algunas columnas de humo surgen de entre el caserío que nos hacen pensar en las escenas terribles vistas en tantos pueblos aragoneses que ya se confunden en la memoria (…) La resistencia se cansa pronto, se va alejando; algunas fuerzas que han combatido ni siquiera entran en el pueblo y continúan la persecución…»
También es interesante el testimonio de José María de Apellániz, alférez provisional del Ejército sublevado al mando de una sección del Regimiento América en su avance por la provincia de Huesca durante la Ofensiva de Aragón. Su compañía fue una de las que fueron en vanguardia y cruzó el Cinca por las inmediaciones de Monzón; aunque la crecida del río protagonizada por los republicanos al abrir las compuertas del pantano de Barasona hizo que quedaran aislados a la izquierda del río. Vista la situación decidió fortificarse con su sección en una loma y esperar tranquilamente ya que no había indicios de resistencia republicana. Una vez sus compañeros pudieron cruzar el río, avanzaron hasta Monzón sin ningún tipo de problemas, donde pudieron encontrar gran cantidad de material de Intendencia, munición y armamento abandonado en la huida. De Monzón avanzaron a Peralta de Sal y de ahí hasta Tamarite de Litera sin apenas encontrar resistencia.
De hecho, los rebeldes no encontraron apenas resistencia en ninguna de las localidades importantes de la zona oriental de la provincia de Huesca, ocupándolas sin más inconveniente ante la huida precipitada de muchos de sus vecinos debido a las órdenes que dieron los republicanos en su retirada. De este modo, tras la ocupación del Ejército rebelde de la ciudad de Monzón, finalizó el conflicto para toda la región aunque la guerra no acabó hasta un año después.
LA LÍNEA FORTIFICADA DEL CINCA
A principios del conflicto y dado el miedo que existía de que la retaguardia catalana pudiera ser arrollada por los sublevados en una posible ofensiva debido también a la misma precariedad que resultaba el frente de Aragón, se dispuso la creación de varios puntos de resistencia situados básicamente en territorio aragonés. De hecho, en fecha tan temprana en el conflicto como el 6 de agosto de 1936, el Estado Mayor del Comité Central de Milicias de Barcelona daba la orden a los Servicios de Ingenieros para preparar una línea de defensa retrasada en el río Cinca con tres centros de resistencia situados en Monzón, Fraga y Gandesa. Se quería que en el caso de que las fuerzas republicanas se vieran obligadas a retroceder, tuvieran a su retaguardia una línea fortificada en la que no solo pudieran encontrar abrigo y protección, sino también todo el apoyo que pudiera proporcionar el terreno ayudado por una bien entendida defensa, utilizando todos los elementos propios de la fortificación rápida de campaña.
En primer lugar y con la mayor urgencia, debían hacerse obras -trincheras, nidos de ametralladoras y emplazamiento de baterías de campaña- en las proximidades de las carreteras que viniendo de Aragón se dirigían a Cataluña. De esta manera, la línea que empezaba en Monzón, (se amplió más al norte en noviembre de 1936 cuando el Estado Mayor determinó que se desplazara hasta Navaa) seguía todo el curso del Cinca, atravesaba el río Ebro por Mequinenza y acababa en Horta de Sant Joan al sur de Gandesa. En total 120 km de línea fortificada que la constituyó como la principal línea de resistencia construida en Aragón durante todo el conflicto y con un auténtico valor militar, construida para evitar la invasión de Cataluña por el norte del Ebro. La Línea fortificada del Cinca contó con numerosas construcciones defensivas desde nidos de ametralladoras y refugios, hasta trincheras, emplazamientos para piezas de artillería, caminos cubiertos, observatorios, polvorines y pistas militares.
Para hacerse una idea de la magnitud de estos trabajos de fortificación, a finales de mayo de 1937 se habían realizado los siguientes elementos de fortificación:
- 20.870 metros de trinchera perfil normal excavada en tierra o en roca y con sus correspondientes abrigos de personal.
- 6.000 metros de alambrada de 10 metros de espesor.
- 18.048 metros de camino cubierto de 2×1 metro excavado en tierra o en roca.
- 270 casamatas de ametralladoras de hormigón armado con protección de 80 centímetros.
- 129 refugios.
- 1.789 metros de galería excavada en roca.
- 197.010 metros de pistas militares de acceso a las posiciones.
- 76 piezas de artillería casamatadas con hormigón armado, protección 80 centímetros, con sus correspondientes refugios para la dotación de la batería y polvorines.
- 26 piezas de artillería en galería excavada en la roca, con sus correspondientes polvorines.
- 42 plataformas artilleras con su correspondientes abrigos para personal y polvorines.
- 49 observatorios casamatados.
- 18 polvorines de reserva.
En octubre de 1937, más de un año después del inicio de las obras de fortificación, aun se trabajaba en mejorar y equipar con nuevos elementos las posiciones defensivas de la Línea fortificada del Cinca.
LAS POSICIONES DEFENSIVAS DE FONZ
En Fonz se construyeron algunas posiciones defensivas pertenecientes a la Línea fortificada del Cinca situadas en las proximidades de la ermita de San José. Entre estas destacaba una pista de 1.900 metros que se construyó desde la misma localidad de Fonz hasta la ermita, así como un observatorio, una trinchera cubierta y algún que otro atrincheramiento de pequeña envergadura. Estas posiciones complementaban a la principal posición que se construyó en este mismo lugar como fue el emplazamiento para una batería de artillería para cuatro cañones de 155 mm.
El emplazamiento artillero de Fonz era uno de los más importantes de la Línea fortificada del Cinca en el sector de Monzón y consistía en un emplazamiento artillero para 4 piezas de 155 mm. Cruzaba sus fuegos con una media sección artillera compuesta de 2 piezas de 75 mm situada en el castillo de Monzón y otra batería también de 75 mm situada en Estada; todo ello proporcionando un amplio radio de fuego.
LA POSICIÓN ARTILLERA DE FONZ
El emplazamiento artillero de Fonz estaba situado en lo que se conoce como 2ª Línea dentro de la fortificación del río Cinca. Este asentamiento artillero estaba dividido en dos secciones, cada una de ellas construida en galería a través de pasillos subterráneos. Cada sección contaba con una entrada de acceso que llevaba a un pasillo central subterráneo y desde aquí se diversificaba a través de galerías subterráneas hasta los emplazamientos de cada pieza.
Respecto a las piezas artilleras que debían situarse en el emplazamiento, éstas eran 4 cañones Schneider de 155 mm. Eran piezas de origen francés aunque se fabricaron con licencia en la fábrica asturiana de Trubia a partir de 1920, siendo declaradas reglamentarias en 1922 y pasando a conocerse como Obús de campaña de 155 mm Tiro Rápido Schneider Modelo 1917. Tenía un alcance de 11.500 metros, con una cadencia de tiro de 3 disparos por minuto y un peso en batería de 3.300 kg. Esta pieza fue ampliamente usada por ambos bandos durante el conflicto.
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